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Reducir el impacto del estrés calórico optimiza el bienestar, la productividad y la calidad de las aves de corral

Los sistemas de automatización de granjas en combinación con técnicas de imágenes térmicas infrarrojas y el machine learning , permiten mejorar y controlar los parámetros ambientales.

  • 17/12/2024 • 19:00

Por: Universo Salud Animal, portal de contenidos de MSD Salud Animal 
Fotos: Banco de imágenes

La creciente demanda mundial de aves de corral, junto con los cambios climáticos, ha causado la necesidad de desarrollar y adoptar estrategias apropiadas de gestión, nutrición y vigilancia de enfermedades. Todo esto con el objetivo de reducir las consecuencias de las altas temperaturas, promover la función inmunológica y optimizar la producción de huevos y carne de pollo1,2.

La temperatura óptima para los pollitos es 29.4°-32.2°C; la cual se reduce 2.8°C cada semana hasta alcanzar los 21.1°C para los pollos de engorde (3) o 19-22°C para las gallinas ponedoras4,5. Debido a que no poseen glándulas sudoríparas6, las aves jadean y extienden sus alas para la termorregulación. No obstante, con temperaturas ≥ 31°C por tiempo prolongado, las aves de corral pueden sufrir estrés calórico debido al aumento significativo de su temperatura corporal4,6.

Según el índice de temperatura y humedad (ITH) desarrollado por Zulovich y DeShazer en 19907, el estrés calórico en las gallinas ponedoras se puede clasificar en cuatro niveles: comodidad (ITH <70), alerta (ITH 70-75), peligro (ITH 76-81), y emergencia (ITH >81), basado en las respuestas fisiológicas producidas. Notablemente, diferentes combinaciones de temperatura y humedad pueden producir el mismo ITH y respuestas parecidas (p.ej., 26°C y 70% de humedad relativa o 30°C y 30% de humedad relativa que corresponden con un ITH de 75)5.

El estrés calórico tiene repercusiones metabólicas y a nivel del sistema reproductivo que comprometen la producción y calidad de los huevos2, 6. Esto sucede ya que las aves no son capaces de jadear y comer a la vez por lo que, en casos de calor extremo, el consumo reducido de alimento lleva a una reducción del peso corporal8,9, y en consecuencia las gallinas carecen de los requisitos energéticos y minerales necesarios para sostener la tasa de puesta, el peso del huevo, la calidad de la cáscara y el valor nutricional del huevo2,6.

El estrés calórico también afecta la fisiología y metabolismo10. Estos cambios se reflejan en tasas de crecimiento reducidas y el deterioro de la calidad de la carne. Concretamente, afectan la síntesis de proteínas, reducen la capacidad de retener agua, reducen el pH y aumentan los niveles de grasas no deseadas y la pérdida por goteo (la pérdida de contenido muscular cuando el músculo se convierte en carne), lo que cambia el color, el sabor y la textura de la carne de pollo10.

Los cambios inmunológicos producidos por el estrés también hacen que los pollos sean más susceptibles a las enfermedades2,11. Junto con la pérdida de integridad de la barrera intestinal y la perturbación de la microbiota intestinal, los mecanismos de protección innatos comprometidos favorecen que los patógenos, como Salmonella, Campylobacter y Escherichia coli, puedan colonizar el tracto intestinal e invadir al huésped, lo que puede convertirse en un riesgo potencial para la seguridad alimentaria12.

Un control preciso del ambiente de la granja

Con el rápido desarrollo de las empresas avícolas a gran escala, la inmensidad y la alta densidad de las granjas avícolas hacen que los parámetros ambientales (p.ej., temperatura y humedad, luz, velocidad del viento, concentración de gases nocivos) sean cada vez más complejos de controlar manualmente13. Los sistemas de automatización de granjas que permiten controlar fácilmente la climatización, el alimento y el agua, la iluminación y el recuento de huevos en las granjas a distancia, pueden optimizar la salud y el bienestar de los animales, lo que implica un mayor rendimiento y ganancia para los agricultores. Además, estos sistemas pueden minimizar el riesgo de zoonosis y liberan a los agricultores de un trabajo tedioso, lo que conlleva una importancia práctica.

Nuevos enfoques incluyen el uso de imágenes térmicas infrarrojas para detectar la temperatura en la superficie de las aves14 o evaluar su confort térmico, basado en los patrones de agregación de las aves15. Adicionalmente, el análisis de los sonidos específicos producidos por los pollos se ha relacionado con la respuesta al estrés16 y al ITH17 mediante machine learning. Aunque estas técnicas se encuentran en desarrollo, combinándolas con los sistemas de automatización implicaría una potencial y sustancial mejora del control de parámetros ambientales en los complejos avícolas.

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